VIAJES DEL REY
                                                                 and the forest will echo in laughter...
                                                                               Led Zepellin
 

El rey era un hombre que había abandonado su reino y en sus caminatas había encontrado un desierto, una ciudad y el mar. Largas sombras poblaban el desierto: no era posible contemplar el sol a través de las nubes de polvo que alcanzaban el simún. Debió cubrirse la cara con su manto y sus ojos se acostumbraron lentamente, con la seguridad de que alguna vez ha amado las arenas y su brillo dorado, a las quemadas  que le ensombrecían los párpados. Los camellos murieron,  hundidos hasta los ijares en el pausado llanto de la arena; el sol cambió del amarillo impasible a un rojo que se acercaba al blanco; los cordones de sus sandalias se rompieron en hilachas blancuzcas; su manto imperial perdió sus colores y la gloria sus brocados. La ciudad surgió entonces con todos los colores de las mercancías dispuestas en desoreden sobre los adoquines de la plaza; las tiendas se alzaban sobre los pregones, sobre los olores regocijados y ridículos que siempre habitan en los mercados. El inevitable rigido de la masa alzó  sobre él y lo ahogó y lo empujó. Más álla de los techos de pesadas lonas, el palacio tenía el color de la piedra muerta. Entre una furia de codazos, de exigencias que iban más allá de su poder, de gritos y miradas, decidió que debía destruir la ciudad, que aún la muerte era preferible a la ridiculez y la ignomia, y más aún, a la manera nueva que se contemplaba a sí mismo. Y el rey congregó con su palabra a hombres reducidos a la muerte más sucia , a ladrones y a prostitutas, a rufianes que recogían el pan entre la basura y los convenció de que había algo más grande aún que el mismo y que su estatura; les dijo que en el espectáculo cambiante de una ciudad redicida a las cenizas existía un reducto a la gloria; les describió el drama heróico del asalto al palacio, de la caída de lso muros y de las llamas que se elevan al cielo, gigantescas y rugientes. El rey contempló desde la altura los destrozos y la muerte. Después de las  traiciones, del fuego, cuatro hombres salieron de las ruinas humeantes para matar al rey, pero él los mató, y huyó hacia el mar y dejó atrás la columna de humo que echaba raíces negras en el cielo.estaba casi desnudo cuando sus pies sintieron la aena húmeda y la brisa cargada de sal le echó el pelo hacia trás. la brisa creció y le acabó de quitar la ropa rota y chamuscada. Sobre su cuerpo no existía la cicatriz más pequeña; la brisa le fue quitando el polvo de los hombros y de la barba despeinada. Metió un pie en el mar pardo y siguió caminando.