Por otro lado, nuestras cabezas fueron tazadas por la mitad; lo que
nos costó varios azotes. El comprador nos empujó por
cubierta. Los batientes de las naves adquirieron el vaivén de las
olas. Las poleas, lisas en las empuñaduras, gemían, mientras
las tensaban en los brazos de los negros. Era el día del tercero
del noveno mes, cuando todavía no llegaban
los vandavales que acabarían con las construcciones del califa.
Llegamos a la caída roja del sol , que sobre las aguas del embarcadero
se movía en un color violento. Doce de los nuestros fueron llevados
cerca del desierto. Los otros nueve permanecimos en el harén que
levantaron en la playa. Las ostras y las doncellas pasaban de largo. Hajab
murió sobre las rocas, alcanzado por una cerbatana. Los demás
nos dejamos envejecer sobre los planos; caímos sobre nuestras cansadas
barbas. Cuando el destrozo de los vientos hizo insoportable el hedor de
aquellos que habían quedado soterrados por las columnas, los ventanales
avinagrados y los arcos falsos levantados en el templo, siete de los nuestros
fueron arrastrados por los caballos hasta el desierto. Yo huí en
una embarcación de mano, hasta las regiones itálicas. Cuentan
que aquellos fueron abandonados en el desierto , enterrados hasta sus gargantas
en la arena, porque provocaron la ira de los dioses en una ciudad ostentosa.
Mi barba ha alcanzado ya mi rodilla; no conozco el almizcle que fermenta
este incienso; dicen que soy un sabio, que curo la lepra y digo profecía,
yo, venido de tan lejos y esclavo, Abelramam, un ciego.